Por Gonzalo P. Hernández
El pasado viernes 2 de octubre tuve la oportunidad de escuchar una entrevista radial -en AM 530, Radio Cut- al economista Juan Valerdi, cercano al kirchnerismo. En un momento de la misma, quien lo entrevista, Daniel Tognetti, menciona al conflicto por la 125 como «hito fundacional del kirchnerismo»
Para hacer un poco de memoria, Néstor Kirchner asumió la presidencia de la Nación el 25 de mayo de 2003. La Resolución 125 de retenciones móviles fue anunciada en marzo de 2008, durante la presidencia de quien lo sucediera en el cargo, su esposa Cristina Fernández; quien pudo recuperarse de la derrota y, favorecida también electoralmente por el súbito fallecimiento de su esposo, logró ser reelecta para el período 2011-2015.
Pero la 125, aun defendiendo su espíritu original, basado en la excepcionalidad de la coyuntura que se vivía, terminó siendo una desgracia para el kirchnerismo y para el país. Fue un decálogo de desaciertos en su implementación. Y terminó en un enorme triunfo para la oposición. Pírrico, si se quiere, ya que tras el estallido de la burbuja del precio de las commodities, el campo terminó pagando más retenciones con la alícuota fija del 35% de las que habría pagado con la implementación de la móviles.
Pero ese fue el origen una grieta que nos ha ido destruyendo a lo largo de más de una década. Y de la que nunca pudimos salir. Y en la que nos sumergimos cada vez más. Agravada, posteriormente – y en grado sumo- por el gobierno de Mauricio Macri a lo largo de 4 años nefastos; que fueron padecidos en mucho mayor grado por los asalariados y los sectores populares en general.
El bienio perdido. El deja vu:
Observando el devenir de la presente coyuntura económica, y el fracaso estrepitoso que viene mostrando el gobierno tras haber logrado suscribir el exitoso canje de la deuda con los acreedores externos, me puse a releer un texto de mi autoría del año 2014, al que había titulado “El bienio perdido”. Su vigencia hoy resulta estremecedora: las políticas implementadas desde el BCRA son las mismas, sus diseñadores también (Miguel Pesce, Mercedes Marcó del Pont). Y el resultado no puede ser otro: el completo fracaso.
Cristina fue reelecta como presidenta con un apabullante porcentaje del 54% de los votos. Si bien las reservas habían caído, se podría afirmar que todavía había de sobra para enfrentar la fuerte presión devaluatoria alentada por los grandes grupos de poder vinculados al sector externo.
Habría que recordar que hasta ese momento, y tras el trauma del corralito de 2001, los argentinos habían prácticamente dejado de ahorrar el dólares, ya que su cotización era similar a la de mayo de 2002; y los dólares eran superabundantes en una economía que crecía fuertemente (hasta la crisis de 2008) pudiendo hacer ostentación de los tan citados “superávits gemelos”.
En referencia al manejo del tipo de cambio, se imaginaba en ese momento que se iba a continuar con la política de flotación «administrada», permitiendo que éste comenzara a apreciarse al ritmo de la inflación real. En lugar de eso, se intentó durante el término de 30 meses evitar una devaluación brusca de la moneda, para lo cual se debió restringir severamente el acceso al dólar por parte de la población.
Finalmente, en enero de 2014, tras dos años y medio de restricciones (conocidas como «cepo”), durante los cuales el gobierno dilapidó u$s 15.000M de reservas, el gobierno asumió el fracaso de su política y realizó una devaluación brusca de 25% en un día. Es muy oportuna y acertada la columna de Pablo Wende en Infobae, donde recuerda que Juan Carlos Fábrega, el presidente del BCRA en ese momento, decidió devaluar el tipo de cambio oficial de 6,5 a 8 pesos por cada dólar.
Como bien se ha recordado, en estos días, el actual presidente Alberto Fernández fue muy crítico, ya en 2012, alejado del oficialismo, con la implementación del “cepo”, y lo comparó con una traba colocada en una puerta giratoria. La gran diferencia con esa época es que, en esos años, existían muchísimas más reservas para dilapidar, menos inflación, y muchos menos pesos que hoy en circulación; en gran parte impresos obligadamente para paliar, en parte, la crisis ocasionada por la pandemia del Coronavirus.
El tipo de cambio competitivo y las retenciones:
Volviendo el tiempo aún más atrás, y para ubicar el análisis acerca de la actual baja de retenciones, se debe señalar que la coyuntura mundial del conflicto de 2008 fue muy particular, ya que se vivía el apogeo de la burbuja de comodities previo al estallido de la burbuja a fines de ese año.
El valor de la tonelada de soja se hallaba en los u$s600, lo que combinado con un tipo de cambio multilateral que todavía era competitivo habilitaba la posibilidad de obtener una rentabilidad extraordinaria con la exportación de la oleaginosa.
Esta rentabilidad extraordinaria fue la que intentó captar el gobierno con la Resolución 125 se daba, como decíamos más arriba en ese contexto extraordinario de precios internacionales inéditos y políticas oficiales de mantenimiento activo de un tipo de cambio multilateral competitivo, lo que le quitaba legitimidad al reclamo de los productores.
No hay dudas de que hoy, al igual que en 2008, existen sectores concentrados de productores y exportadores que tienen una enorme capacidad de extorsión frente al gobierno nacional, teniendo la capacidad de almacenar millones de toneladas de soja (equivalentes, según se mencionaba en la entrevista de Tognetti a Velerdi, a unos 5000M de dólares), pero también es cierto que el kirchnerismo se fue cavando la fosa por no haber avanzado, ni durante los gobiernos de Cristina, ni mucho menos en este, en terminar con esta posición dominante de los exportadores interviniendo el comercio exterior o, por otro lado y sin confrontar con esos intereses, intentar seducirlos a que vendieran garantizándoles un tipo de cambio oficial competitivo que no fuera de $51 ($76 menos el 35%) a fines de 2020, mientras el dólar paralelo toca los $150.
Es decir, tras la dura derrota de la 125, el gobierno no avanzó ni en la confrontación con los sectores que lo enfrentaron en 2008, ni en su cooptación; alimentando una bomba de tiempo que le vuelve a estallar ahora y lo ha llevado a claudicar y tener que avalar la baja parcial de retenciones durante los 3 últimos meses del año para intentar que se liquiden las tenencias de soja acumuladas de la cosecha pasada. Rebaja que claramente es insuficiente desde la mirada de los productores, que seguirán atesorando sus granos a la espera de una concesión mayor.
Y también recordemos, tristemente, que el gobierno anunció la expropiación de la empresa Vicentín y luego tuvo que retroceder sin siquiera haber llegado a presentar el proyecto en el parlamento.
La brecha cambiaria: la madre de todos los problemas:
Desde la misma asunción de Mauricio Macri como presidente, al mando del autodenominado “Mejor Equipo de los Últimos 50 Años”, el gobierno de Cambiemos decidió levantar el cepo, apostando a sostener la flotación del tipo de cambio, que sería sostenido por el fuerte ingreso de capitales que generaría la prometida “lluvia de inversiones”, que nunca llegó. En un comienzo, muchos -que nos habíamos pronunciado en contra del cepo- creímos que se había logrado salir del mismo casi sin consecuencias…
Después vimos que se había armado la gigantesca bola de lebacs, y que el carry trade había alcanzado su máxima expresión. Que volvía en todo su esplendor la nefasta bicicleta financiera generada durante la dictadura por la «Tablita» de Martínez de Hoz. Y se llevaron puestas no sólo a las pocas reservas del BCRA que había dejado Cristina en su segundo mandato. Sino también al 90% de los 47000M de dólares que nos prestó el FMI. Y así nos dejó el macrismo: con cepo y una deuda gigantesca. Y, para colmo, permitiendo la fuga -en sus últimos meses- de hasta 10000 dólares por mes de «dólar ahorro».
El canje de la deuda y la restauración de la confianza:
Desde la asunción de la gestión de Alberto Fernández, estaba claro que la principal pesada herencia recibida de la gestión de Cambiemos era encarar las negociaciones con los acreedores externos, tanto privados como el FMI. La elección de Martín Guzmán al frente del palacio de Hacienda se orientó en este sentido.
Desde la instauración de la cuarentena, el 20 de marzo de este año, que produjo la mayor caída histórica interanual de la economía argentina, en el mes de abril, que se esperó por meses que se lograra abrochar el acuerdo por la deuda en riesgo de default, ya que el cronograma de pagos la hacía claramente no sustentable.
El profundo ahogo presupuestario del Tesoro, combinado con la ausencia de financiamiento externo y la abrupta caída de la recaudación por el derrumbe económico, llevó a que la única fuente de financiamiento fuera la emisión monetaria por parte del Banco Central. Se esperaba que la llegada del acuerdo, que se anunció finalmente a comienzos del mes de agosto, pudiera despejar el calendario de vencimientos. Si bien esto se logró, hasta el año 2025 -es decir durante todo el mandato de Alberto Fernández-, se esperaba conocer la tasa de los nuevos bonos surgidos del canje, la denominada Exit Yield. Este dato era central, ya que con un riesgo país por encima de los 2400ptos, como ostentaba el país previamente al acuerdo, el financiamiento externo era imposible.
Los nuevos bonos arrancaron cotizando en tasas de 11,5%, lo que no era del todo malo. Pero la esperada recuperación de la confianza, que permitiera cerrar la brecha entre dólar oficial y blue (ilegal), o dólares “bolsa” (MEP o CCL), nunca se consiguió. Y hoy los bonos han caído muy fuertemente en su cotización, hasta rendir tasas del 14%.
Mientras el mercado de cambios tenía un solo oferente, y millones de demandantes de “dólar ahorro” (4,5M durante el mes de septiembre, que se beneficiaron con la compraventa), se permaneció impávido a la espera de un retorno de confianza que permitiera frenar la fuga de reservas. Paralelamente, la presentación del presupuesto 2021, con un déficit primario del 4,5%, financiado en un 60% con nueva emisión, no colaboró en la restitución de la confianza en el valor del peso; sino, más bien todo lo contrario. Y mientras tanto, se permitió la especulación de los importadores, como bien ha mostrado Maxi Montenegro en estos días, con el adelanto de importaciones o el pago de deudas en divisas de las empresas al tipo de cambio oficial.
Todo esto en un contexto en el que se considera que el tipo de cambio paralelo es muy elevado en términos históricos. Lo que se manifiesta es una pérdida absoluta de confianza en el equipo económico y en el valor de nuestra moneda como reserva de valor de los ahorros. Y convengamos que los grandes beneficiarios de la especulación son los sectores que tienen efectivamente espaldas para esperar una devaluación mayor reteniendo los dólares, no sólo los pequeños compradores que hacen PURE.
Esperar que las medidas anunciadas por Guzmán de baja de las retenciones de 3 pts puedan surtir alguna clase de efecto, cuando la brecha con el mercado paralelo es de más del 100% (restando las retenciones al tipo de cambio oficial, es ridículo).
Como viene sugiriendo hace un tiempo, acertadamente, Juan Carlos de Pablo, sinceramente creo que el gobierno debería relanzar su gestión con un nuevo equipo económico; tal como hicieron Alfonsín y Menem en sus primeros años de gobierno. Guzmán puede quedar como quien llevó adelante exitosamente el canje de la deuda. Pero la situación actual es tan extrema que considero amerita una urgente renovación.