Cierre de alianzas para las elecciones: muchos olvidos, pocos recuerdos

Por Rubén Pereyra

En el país de no me acuerdo
Doy tres pasitos y me pierdo
Un pasito para allí
No recuerdo si lo di
Un pasito para allá
!Ay, qué miedo que me da!

En el país de no me acuerdo
Doy tres pasitos y me pierdo
Un pasito para atrás
Y no doy ninguno más
Porque yo ya me olvidé
Dónde puse el otro pie

En el país de no me acuerdo
Doy tres pasitos y me pierdo…

(María Elena Walsh, El país de no me acuerdo)

Sabido es que el fuerte de los pueblos no es, precisamente, la memoria. Y mucho menos en tiempos tan vertiginosos, de bombardeo mediático destinado a que todo pase y poco se registre.

Los políticos, esa especie tan cambiante, no pueden ser ajenos a la desmemoria. Es más, la usufructúan de buen modo.

El espectáculo informativo al que asistimos el miércoles 12 y los días previos fueron, por supuesto, un ejercicio de desmemoria. Para unirse, todos necesitaron olvidar. Las elecciones y un posible triunfo ameritan todo oportuno blanco mental.

No es momento, un cierre de listas, para ejercitar la memoria y acordarse ni reclamar nada a los traidores. No es momento de acordarse de aquellos que abandonaron el barco antes de salvar a los niños y las mujeres.

Tampoco vale la pena enrostrarle a ese dirigente que pasó de ser hincha de Boca a ser hincha de River porque lo apretaron con algunas fotos y un video, oportunamente exhibido por algunos personajes hoy de visita por algún juzgado federal.

El oportunismo dejó de ser mala palabra en la política. En todo caso, sólo algunas fuerzas mantienen la caracterización de que un político oportunista es poco fiable.

https://youtu.be/x5-2FE9G5mo

La política argentina es el reino donde todo es posible: que un socialista se alíe con la derecha, que un partido tenga candidatos en las tres principales fórmulas presidenciales, que un presidente designe a su vicepresidente y, oh incrédulos, también que una candidata a vicepresidenta designe al candidato a presidente.

También es posible que un partido de izquierda que reniega de la democracia burguesa plantee como condiciones que las candidaturas se definan en las PASO o que un candidato se pase de partido y deje a su antiguo partido, enterito, del otro lado.

Poco a poco, la política va dejando de ser la herramienta que permitirá cambiar, para bien, las condiciones de vida de aquellos que la sostienen día a día con su trabajo, con su esfuerzo y, sí, también con su voto y su dinero.

Hoy la política es una carrera más. No se estudia, pero muchos viven de ella. Los políticos profesionales, y no aquellos militantes de los que hablaba Lenin, llegaron para quedarse, y en pos de mantenerse en el candelero y renovar mandato, toda ideología se puede acomodar.

No es que se pierdan los valores, ni siquiera es que se pierda la memoria. Lo que se está perdiendo es la ideología, el pensamiento político. He ahí lo verdaderamente peligroso. De algún modo, muchos políticos escupen para arriba, podríamos decir.

No va a ser desde estas líneas que se va a denostar la política, ni tan siquiera a los políticos;  ni plantear –mucho menos– que todos son lo mismo; pero sí se trata de alertar que, quienes creemos en ella y en ellos, lo hacemos con el corazón, sin especulaciones ni falsas negociaciones, y que cuando creemos confiamos. Y que también olvidamos cuando queremos olvidar, aunque nos engañen y no nos sean fieles. La memoria es selectiva, dicen; pero todo está guardado allí. No vaya a ser cosa que un día nos dé por recordar.

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