Por Sofía Achigar
No es el 2001. La delicada situación económica, política y social que vive la Argentina es diferente a la de ese momento. Tampoco las asambleas son igual de multitudinarias. Sin embargo, existen algunas similitudes. Algunas anécdotas dan cuenta de esas semejanzas y del protagonismo de las mujeres y activistas LGTB en los nuevos espacios de deliberación que están surgiendo en cada barrio porteño.
Al menos existen veinticuatro instancias colectivas donde se convocan las personas que debaten en las asambleas y cacerolazos. Existen grupos de WhatsApp con cientos de miembros por lugar, y van rotando en la asistencia entre sus distintas responsabilidades como el trabajo, la búsqueda laboral entre quienes viven de changas, el cuidado de los niños y niñas, los problemas de salud de familiares y quienes pueden hacerse una escapada unos días, los “mini descanso”, es decir, las vacaciones que ya no llegan a ser ni de quince días. Los barrios donde se reúnen son muy distintos entre sí: Pompeya, Boedo, Almagro, Parque Chacabuco, Villa Crespo, Caballito, Flores, Floresta, Lugano, Colegiales, Chacarita, Liniers, Villa Luro, La Boca, San Telmo, Paternal.
Quienes se convocan son en su mayoría trabajadoras y trabajadores, algunos comerciantes y jóvenes. Se trata de estatales nacionales, municipales, docentes, artistas, profesionales que facturan como monotributistas, jubiladas y jubilados, estudiantes de las facultades, terciarios y escuelas de la Ciudad, pibes y pibas sin trabajo, jefas de hogar, kiosqueros, modistas, entre tantas otras y otros.
En la última asamblea en la Plaza de Boedo, podía verse a las mujeres que moderaban en el uso de la palabra para que todas las personas presentes pudiesen tomar la palabra, también eran ellas las que anotaban las propuestas durante cada exposición y las que hacían señas para concluir con un cartel escrito a mano en una hoja oficio que decía “Queda medio minuto”. Una de las principales propuestas la hizo una trabajadora del Ministerio de Capital Humano (ex Ministerio de Trabajo) que planteó por qué era importante ir al paro todas y todos juntos y contó su experiencia en una dependencia pública donde hay despidos. Une de les activistas LGBT fue quien propuso estudiar cómo el DNU afecta especialmente a las personas trans, “porque somos un colectivo muy perjudicado y ya lo éramos desde antes”.
En Acoyte y Rivadavia, se hizo escuchar una despedida que realizaba tareas en el área de adicciones de la Ciudad en barrios populares. “Hace 7 años soy trabajadora. Nos estamos organizando porque hay ataques sobre sectores muy sensibles, como me pasa a mi, como pasa con la línea 144 que funciona como una herramienta contra la violencia de género, también en el Consejo de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes. Hay muchas que somos mujeres porque hay varias sostenes de hogar, incluso echaron a una compañera de Cultura el día posterior a ser mamá, a tener un hijo”.
En Liniers y Villa Luro recién comienzan a organizarse. Allí, las jóvenes que se reconocen como feministas del pañuelo verde toman la palabra y proponen cómo sumar más vecinas al espacio. En Pompeya, definieron convocar a la juventud del barrio y organizan un festival con artistas mujeres. En el Parque Saavedra, entre maestras, diseñadoras, ilustradoras y administrativas, conformaron una Comisión de Género para llevar nuevas propuestas a la asamblea barrial en la cual participan.
Este miércoles se realizó un cacerolazo convocado por el colectivo Unidos por la Cultura que nuclea artistas de todo el país y en la Ciudad de Buenos Aires llaman a encontrarse en Plaza Congreso. Allí también son ellas y elles quienes más dan impulso a su reclamo contra la caducidad de los impuestos específicos destinados a la cultura.
En esos discursos y relatos, se visualizan las consecuencias de una inflación que crece, al impacto por la pérdida de empleo, y a la búsqueda de espacios que sirvan para disputar por los derechos adquiridos y los que buscan conquistar. Lo hacen a través de la reconstrucción de vínculos de escucha activa, de solidaridad, de preocupación e interés por lo que le ocurre a la otra, al otre y al otro. Tejen lazos colectivos en oposición a los mandatos patriarcales.
La realidad es dinámica, por lo cual puede que los días posteriores a este artículo, haya nuevas anécdotas porque se formaron nuevas asambleas y cacerolazos en otros barrios y esquinas de la Ciudad.
				
								
															