Macri, los cuadernos de Centeno y la historia

Por Rubén Pereyra

Lo estábamos esperando. Si algún ciudadano medianamente informado no esperaba lo que acaba de acontecer con la “aparición” de los originales de los cuadernos de las coimas, es porque estaba viviendo en otro país.

En la Argentina que preside Mauricio Macri, lo único imprevisible es la economía. En lo que respecta a estrategias de comunicación y operaciones mediáticas, desde hace un tiempo el gobierno y sus medios aliados se han tornado demasiado previsibles.

Aquello que fue osadía hoy es apenas patético. La justicia –o lo que queda de ella– se encargará de investigar qué son estos cuadernos, de dónde salieron y por qué pasaron de ser quemados por quien los escribió a aparecer sin ningún rasguño.

La intención de esta columna no es, por supuesto, indagar en una investigación que no tiene ni ton ni son y que no pueden explicar ni aquellos que pergeñaron la operación.

Lo que sí intenta confirmar esta columna es que, al fin, el gobierno sacó su bala de plata. Para quienes aprendimos a respetar el poder de daño de los estrategas mediáticos del Pro, incluido el gurú ecuatoriano Jaime Durán Barba, es una real decepción.

Era de esperar la operación final, aquella denuncia infundada pero bien agitada mediáticamente que pudiera meter, finalmente, a Mauricio Macri en el ballotage. Ya se vería qué otra operación lograría mantenerlo en la Casa Rosada.

Pero lo que sacó a relucir el oficialismo es tan pobre, tan improvisado, tan falto de planificación, que seguramente se agotará tras los primeros tweets de algunas espadas del Frente de Todos, hábiles para las redes, como la abogada Graciana Peñafort, por ejemplo, que ya se encargó vía una serie de tweets de desbaratar y echar por tierra lo poco que hay de información sobre el tema.

Es que los esfuerzos del oficialismo difícilmente estén dirigidos a captar los votos que no tiene, es mucho más modesto que eso; Juntos por el Cambio usó su bala de plata para que lo del domingo no sea una paliza electoral histórica. Es decir, lo único que busca es retener los votos propios, el núcleo duro que lo vota a como dé lugar y pase lo que pase.

Ese núcleo duro será la base de una futura oposición, luego se verá y se dirimirá encabezada por quién de los 3 que aparecen con más chances hoy en día: Horacio Rodríguez Larreta, María Eugenia Vidal y Mauricio Macri.

La operación de los cuadernos va en la misma línea de lo que vimos el fin de semana en el debate. El estudio de Pulsar UBA, el programa de investigación de la Universidad de Buenos Aires sobre el impacto de los debates, demostró que la grieta está vivita y coleando, que cada candidato, salvo alguna excepción, se dedicó a debatir para conservar lo que tiene electoralmente ganado.

Por ejemplo, entre los votantes de Mauricio Macri la frase que más gustó fue “convirtieron a la justicia en una puerta giratoria”. Hubo otras por el estilo, pero en el debate se notó que Macri polemizaba con Alberto Fernández, a quien difícilmente le pueda robar votos, y no se dedicó a robarles a aquellos con quienes sí disputa espacio electoral, como José Luis Espert y Juan José Gómez Centurión.

Lo que indica esa estrategia, lo mismo que la “aparición” de los cuadernos, es que el oficialismo está resignado a perder por mucho y que sólo aspira a no pasar un papelón para que el radicalismo no le arrebate el liderazgo de la oposición los próximos 4 años.

Mauricio Macri sabe que pasará a la historia sin pena ni gloria, que tiene el mérito de ser el primer político de derecha que llega al poder por elecciones pero que, cumplido su mandato, es muy poco lo que se puede rescatar para la posteridad.

Y eso no está escrito en ningún cuaderno. Estará escrito en la historia argentina.

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