Una economía y dos modelos, el debate de fondo en el Frente de Todos

La presentación de Cristina en el Chaco volvió a ratificar que existen el menos dos miradas, divergentes y no siempre complementarias, en el seno del Gobierno. Cómo sigue en la política y en una de sus mesas, que es la electoral. No hay ministros de Economía en la Argentina, parafraseando a Clinton: «es el presidente, estúpido».

«Por ahí es ignorancia mía. Ahora, creo que nadie lo votó a Guzmán», había disparado el ministro de Desarrollo de la Comunidad bonaerense, Andrés Larroque. Era martes 26 de abril y la declaración del secretario general de La Cámpora era otro eslabón en el collar de tensiones internas que por momento parece colgarse a sí mismo el Frente de Todos.

“Me enfoco en la gestión que me ha encomendado el Presidente de la Nación y no me inmiscuyo en cuestiones relacionadas a las disputas de poder”, le respondió a Larroque, sin nombrarlo, el ministro de Economía Martín Guzmán en la charla “La economía argentina de cara a 2023″ en el marco de la jornada PULSO 2022, organizada por el Diario de Rio Negro.

Fue el viernes 29 de abril y al día siguiente, le respondió Máximo Kirchner en un acto de la Rama Sindical del Partido Justicialista bonaerense. El titular del partido a nivel provincial y líder de La Cámpora dijo “¿cómo que nuestro ministro de Economía Martín Guzmán dice que él hace su trabajo pero que no se mete en disputas de poder? ¿Y entonces qué vamos a hacer?”.

De la cadena con Cristina, al vivo en Instagram de Martín Guzmán

La seguidilla de declaraciones se puede completar con otra intervención radial del «Cuervo» Larroque, que le dijo a María O’Donnell: “nosotros constituimos esta fuerza, lo convocamos a Alberto y ganamos las elecciones, tampoco es que Alberto se va a llevar el Gobierno a la mesita de luz, eso sería incorrecto. El Gobierno es nuestro”.

Para atrás se pueden rastrear expresiones similares, en on y sobre todo en off, de funcionarios que se desconfían, que se sienten respaldados por Alberto, cómo pasa por estas horas en el equipo económico. Sobre todo, cerca de los dos ministros más cuestionados: Guzmán y Matías Kulfas, de Desarrollo Productivo. Todos saben y especulan que, en estos momentos Alberto no sacaría a ninguno de ellos y analizan que sería un signo de «debilidad del Presidente».

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Derrame o distribución, esa es la cuestión

Más allá de los nombres, lo que hay de fondo es una mirada diferente acerca del momento y de la estructura económica de la Argentina.

Por un lado, la línea Guzmán-Kulfas entiende que es necesario un desarrollo basado en las exportaciones, que eso redundará en un crecimiento del empleo y la actividad y que de ese modo se achicará el déficit. Eso, además, con el agregado de tener los dólares necesarios para ponerse al día con el Fondo Monetario Internacional (FMI), tema que ocupó la mitad de la gestión de Alberto y que lo tuvo a Guzmán prácticamente abocado a ese único asunto.

Haber votado en contra del acuerdo con el FMI es, para una parte del Frente de Todos, una definición del modo de ver la política, pero también la economía. El espíritu de la frase de Néstor Kirchner acerca de «que los muertos no pagan», es una línea que marcó dos de las principales exigencias que no se consiguieron plasmar en el acuerdo: extender el plazo de pago a 20 años y reducir las tasas.

El viernes, el ministro de Economía habló en Salta: «ya no estamos hablando de deuda, sino de energía, minería, agroindustria, y del espacio que el país viene a ocupar en esos sectores», dijo.

Para Guzmán la inflación está centralmente vinculada a la emisión monetaria y el déficit fiscal. En términos de definiciones políticas, es un ajuste con cara progre y tono zen, con el que nadie se enoja. Los modos de Guzmán, en ese sentido, suavizan las críticas. Pero la paciencia de la sociedad, en general, va al mismo ritmo que los bolsillos.

En el mismo discurso de Salta, Guzmán volvió a plantear que la política macroeconómica tiene que tener un «enfoque integral», que incluye «un bloque externo, un bloque fiscal, uno monetario y una complementariedad que son las políticas de precios e ingresos».

Guzmán insistió en la necesidad de «acumular reservas para garantizar la estabilidad cambiaria, de ordenar las cuentas públicas pero con un rol del Estado contracíclico que apuntale la recuperación, y de generar certezas sobre el rumbo de las políticas para calmar expectativas».

Habló Cristina

El auditorio de la Universidad Nacional del Chaco Austral fue el escenario de la reaparición de la vicepresidenta. Había hablado el 13 de abril en el Centro Cultural Kirchner (CCK), en la apertura del encuentro de parlamentarios de Europa y América Latina.

La hora y media de discurso, transmitida en voluntaria cadena nacional, cerró con una fuerte impronta en la economía. «Hay una insatisfacción democrática grande. La plata no le alcanza, no llega a fin de mes y se produce un fenómeno en la Argentina, nunca lo habíamos conocido, y que es el de los trabajadores en relación de dependencia, un segmento de los trabajadores en relación de dependencia, pobres», dijo Cristina.

La vicepresidenta recordó cuando dijo, en diciembre de 2020 que «había que alinear precios de los alimentos, tarifas, servicios, salarios, jubilaciones porque sino se lo van a quedar cuatro vivos. Y dije que además que los funcionarios que pensaban que discutiendo y debatiendo y representando intereses frente a los factores de poder tuvieran miedo… Y bueno, que se buscaran otro laburo».

Con relación al FMI, Cristina analizó que «está exigiendo siempre devaluación permanente por arriba del índice de precios al consumidor y la tasa de interés por arriba de eso. Miren: eso no va a dar crecimiento ni baja de la inflación. Si el diagnóstico es que la inflación y los costos en este país es por el dólar, la devaluación permanente lo único que hace es incrementar y mantener inercial la inflación. Por estas cosas discutimos, debatimos y nos oponemos a determinadas cosas. Ni por cuestiones de poder, ni por cuestiones de caja ni porque me miró mal o no me invitó a comer. No, no, estas son las cosas que tenemos que debatir».

La disyuntiva

Queda claro que, tal como se advirtió en el comienzo de la pandemia por el Covid-19, sigue vigente esa duda acerca de quiénes iban a pagar los costos de la crisis y quiénes se llevarían los beneficios de la recuperación.

Los números de la inflación, que siempre tiene ganadores y perdedores, dan un indicio acerca de la enorme transferencia de recursos de los sectores bajos y medios de la sociedad a los poderes concentrados, sobre todo cuando se analiza el impacto en alimentos y bebidas. Esta semana, con Alberto de gira en Europa, se conocerá el índice de abril, que todo indica será ligeramente más bajo al 6,7% de marzo. Además, las audiencias públicas no vinculantes sobre energía, definirán el nuevo esquema tarifario de la luz y del gas.

Frente a este panorama, todos saben que el camino siempre tiene dos opciones: el sendero del derrame, que termina generando conflictos con los sectores populares que tienen menos tiempo para invertir (en ello va su calidad de vida y cuestiones como comer, vestirse, viajar, tener un techo), que lo que tarda en llegar lo que sobra «de arriba».

O la intervención más directa del Estado, que termina enojando a los que quieren mantener todo dentro de su copa. Aunque no le alcance la vida para disfrutarlo.

En castellano, se llama puja distributiva. Y en la Argentina, más allá de quien ocupe el Palacio de Hacienda, es una tarea que se le asigna al Presidente. Solo la historia dirá, cómo preguntaba Matías Martin en la tele, «¿de qué lado estás, chabón?».

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