Alberto y la persistencia de la memoria

Cerca del mediodía empiezan a llegar los primeros sondeos de boca de urna y mesas testigo, todos con una amplia ventaja para los candidatos del Frente de Todos: 7, 8, hasta 10 puntos. Desde Juntos por el Cambio hablan de que están menos de 5% abajo, lo que reafirma la idea de que la diferencia podía ser muy grande.

Ya es la tarde, y nadie se anima en el bunker de Alberto Fernández a confirmar esa distancia. La proyección de  las mesas testigos dan aun mejor, pero nadie pueden creer que sean ciertas. 15%, 17%, hasta 20% arriba, intendencias que se recuperaban, distritos donde María Eugenia Vidal sacaba menos votos que Mauricio Macri; demasiado bueno  para ser real.

“En algunos focus detectamos un voto vergüenza al kirchnerismo”, había afirmado un operador del peronismo a este medio en la semana previa, aunque no tenían muy claro como proyectarlo: Aunque el mensaje era claro, la memoria persiste, aun cuando no se manifiesta en las encuestas.

Hay tercio pendulante, ideológicamente “peronista”, y aspiracionalmente “macrista” que el kirchnerismo empoderó para que ganara el “Cambio” en 2015; y que el macrismo sinceró para “Volver” al poder en 2019; y que fue ahora a votar con el bolsillo lleno de vergüenza.

Ochos años, tal vez una década, criticando al kirchnerismo por todo lo que no supo resolver, hicieron que ese tercio los votara hora subrepticiamente, con recelo, con vergüenza de tener que guardarse todo lo que habían dicho, y volver a votar un recuerdo en el que vivían mejor.

Porqué Alberto es, sobre todas las cosas, un recuerdo del mejor kirchnerismo: El amplio, el moderado, el de del crecimiento económico, el contenedor y componedor, el que supo salir del caos que dejó el radicalismo y compañía en 2001.

Yo vote al kirchnerismo, dice la memoria; yo no pude haber hecho eso, dice el orgullo, que permanece inflexible. Al final, la memoria cedió en 2015; pero persiste.

Scroll al inicio