Después la semana más difícil en términos de interna, el Gobierno nacional parece haber comenzado a recomponer equilibrios internos tras la designación de los nuevos integrantes del Gabinete. Más allá de que quedan heridas por muchos lados, los ingresos y salidas de ministros dan cuenta de un avance del kirchnerismo pero sin que haya habido una capitulación plena del sector del presidente Alberto Fernández, que si bien perdió representantes propios en algunos ministerios, conservó la Jefatura de Gabinete y las carteras clave de Economía y Desarrollo Productivo.
Aunque inicialmente se había informado que las nuevas designaciones iban a anunciarse el próximo lunes, cerca de las 11 de la noche de este viernes comenzó a circular el listado con lo nuevo nombre, probablemente por considerar que toda demora en la recomposición del Gabinete y la prolongación de la crisis interna implicaba seguir perdiendo iniciativa en un período preelectoral clave si el Gobierno pretende ponerse en carrera para las legislativas de noviembre.
Después de 48 horas de silencio tras la debacle electoral del domingo, el miércoles de esta semana se abrió la caja de Pandora cuando el ministro del Interior Eduardo “Wado” de Pedro puso su renuncia a disposición de Alberto, ejemplo que fue seguido por varios ministros y funcionarios que responden a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner. Aunque se intentó dar todo tipo de explicaciones para esa decisión, lo cierto es que se trató de una estrategia de Cristina para comenzar a presionar por cambios en el Gabinete, por considerar que dos días después de la derrota electoral no parecía haber disposición oficial para avanzar con la renovación del equipo de Gobierno que consideraba imprescindible.
Después de una oleada de rumores, versiones de aceptación de renuncias y desmentidas. Wado de Pedro, un soldado de Cristina, fue desde el miércoles el funcionario sobre el que se tejieron más versiones. Su permanencia es un muy importante punto a favor de la vicepresidenta en la disputa interna (la mayoría de las versiones previas lo señalaban como pieza equivalente a la del Jefe de Gabinete, del riñón albertista, cuya salida exigida por Cristina debía equilibrarse con la pérdida de un jugador de similar peso para el kirchnerismo). Luego también estuvo el escándalo con los audios filtrados de la diputada Fernanda Vallejo, en los que califica al Presidente de “okupa” de la Casa Rosada y de “mequetrefe”, poniendo en palabras el pensamiento del sector más duro del kirchnerismo y dejando múltiples heridas abiertas en la coalición e gobierno.
El jueves fue el día del estallido, con la carta pública de Cristina en la que cuestionó el rumbo económico del Gobierno, criticó la estrategia de subjecución de partidas y la apuesta por aumentar el recorte del déficit fiscal, recordando que en numerosas oportunidades previas le había señalado al Presidente y a otros funcionarios que con esa estrategia se iban a perder las elecciones. En su durísima misiva, la Vicepresidenta cargaba no sólo contra el plan de Gobierno sino también directamente contra Cafiero y el vocero presidencial Juan Pablo Biondi, a quien responsabilizó de “operaciones” mediáticas en su contra. Este viernes Biondi también presentó su renuncia, sumando otro punto al score de la vicepresidenta y en las últimas horas se confirmó su reemplazo por Juan Ross, hasta ayer director nacional de Publicidad Oficial, un hombre muy cercano a José “Pepe” Albistur, ex secretario de Medios de Néstor Kirchner y actual esposo de Victoria Tolosa Paz, la principal candidata kirchnerista en la provincia. Otro punto para Cristina.
En el mismo sentido va la salida de la ministra de Seguridad Sabina Frederic, claramente perteneciente al sector albertista, y su reemplazo por un histórico Jefe de Gabinete del kirchnerismo, Aníbal Fernández. Una relación similar se plantea respecto del reemplazo de Nicolás Trota por Jaime Perzyck. Más puntos para la vicepresidenta, que aumenta su poder en el Gabinete.
El vocero presidencial Juan Pablo Biondi presentó su renuncia indeclinable
Sin embargo, el equilibrio de poderes provisorio que se acordó para salir de la crisis destructiva de los últimos días tampoco termina de presentar a un Alberto Fernández derrotado, mostrando que pudo resistir la embestida contra algunos de los ministros cuya cabeza estaba siendo pedida a gritos por el kirchnerismo. Antes que nadie el ministro de Economía Martín Guzmán (pese al llamado telefónico y la aclaración de Cristina de que ella nunca pidió su renuncia), que sigue en su cargo pese a los cuestionamientos, y en segundo lugar el titular de la cartera de Desarrollo Productivo Matías Kulfas, otro de los ministros que el kirchnerismo caracteriza como “funcionario que no funciona”. Dos puntos clave para el Presidente.
Luego, si bien Cristina propuso en su carta al gobernador tucumano Juan Manzur para la Jefatura de Gabinete, éste no es un hombre de su área, ya que sostiene fuertes enfrentamientos con la vicepresidenta desde la época en que fue su ministro de Salud. Así que con este nombramiento Alberto conserva al frente del Gabinete a un hombre de su confianza.
Alberto se refirió a las renuncias y advirtió: «Con presiones no me van a obligar»
El reemplazo de Roberto Salvarezza por Daniel Filmus constituye un enroque interno del kirchnerismo que no modifica el equilibrio de poderes. Y el reemplazo del ministro de Relaciones Exteriores Felipe Solá, un hombre con juego propio pero que venía cuestionado por una serie de errores no forzados en el terreno diplomático, no implica una pérdida para ningún sector en particular al tiempo que plantea reubica a Cafiero sin sacarlo del Gabinete, lo que podría leerse como otra victoria de Alberto. El cambio de Luis Basterra, hombre del albertismo, por Julián Domínguez tampoco plantea grandes cambios de balance, ya que Domínguez se encuentra enfrentado a Cristina y Aníbal Fernández desde la catastrófica interna bonaerense de 2015.
En síntesis, después de tres días en que la coalición de Gobierno pareció estar al borde del abismo, se logró una recomposición de poderes que por un lado eleva el perfil de Cristina como “reserva estratégica” del Gobierno, con un posicionamiento público de cara a su base electoral que plantea abiertamente la lucha interna por la estrategia económica, y un avance en cuanto a su juego en el Gabinete. Por otro lado, el Presidente demostró capacidad para resistir la embestida del sector K, entregando algunas piezas secundarias, defendiendo a sus alfiles y manteniendo control sobre algunas zonas estratégicas del tablero.
En el Gobierno todos saben que la que se anunció el viernes no es la forma definitiva del Gabinete que se sostendrá hasta 2023, pero al menos fue la que permitió salir de la crisis catastrófica de lo último días, buscando recomponer mínimamente el balance de poderes y reabriendo la posibilidad de centrar la actividad oficial de las próximas semanas en la disputa electoral y no en una guerra interna de la que sólo se benefició la oposición.