Presidencia o conducción, el debate de fondo en el Frente de Todos

Qué se juega en el verdadero significado de la tan promocionada interna entre Alberto y Cristina. Los antecedentes, desde Juan Domingo Perón hasta el presente, de cómo se dirimieron las diferencias en el peronismo. Además, un anticipo del tema central con los movimientos sociales.

Con Juan Domingo Perón vivo todo era más fácil, sobre todo en su tercera etapa cuando volvió como un león herbívoro después de los 18 años de exilio, tras el Golpe de Estado de 1955. La consigna de la época tuvo una doble virtud: ordenaba el frente interno y transparentaba la línea. No había dudas en el «Cámpora al gobierno, Perón al poder».

Pero así y todo, a la denominada izquierda peronista, en sus variantes armadas, territoriales o de superficie, como se llamaba entonces, le costó sangre, sudor y lágrimas enfrentar al fundador del Movimiento. Perón los trató mal en la Plaza de Mayo el 1º de Mayo de 1974 y luego se despidió en su último discurso el 12 de junio, el día de la «más maravillosa música, que para mi es la palabra del pueblo argentino».

Movimientos sociales le respondieron a Cristina: «tiene doble vara al atender los problemas»

 

Y el 1º de julio de 1974, hace casi 48 años, la orfandad política comenzaba a ser una marca de la historia argentina. Al punto tal, que hoy hay un Perón para cada interpretación.

En la vida en general y en el peronismo en particular, para ganar hay que pelearse. Ya lo dijo Discépolo en el tango Cambalache: «el que no llora no mama». Pero los 70 fueron como esas películas en donde al final mueren casi todos. A Perón lo mató la biología, que pudo más que el parricidio político que intentaron los imberberbes.

Y a la juventud maravillosa, primero la castigó la Triple A y después terminó de matarla la dictadura.

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Algunos años después, pasado el genocidio del Terrorismo de Estado y la derrota con Italo Luder y Herminio Iglesias perdiendo con el radicalismo a manos de Raúl Alfonsín en el 83, llegaría el turno de la renovación.

Antonio Cafiero, el tanito que había sido ministro de Perón, tenía los números puestos para llegar desde la provincia a la Casa Rosada. Pero Carlos Menem, con poncho y patilla, desde La Rioja jubilaría a Cafiero en una interna, dejándolo como símbolo casi honorario del peronismo.

Los jóvenes renovadores, José Luis Manzano, Juan Manuel De la Sota y Carlos Grosso, por ejemplo, se convertirían en fervientes menemistas. El peronismo es como la perinola: el que gana toma todo.

Menem conjugó durante una década, a fuerza de endeudamiento, privatizaciones y convertibilidad el doble comando: la Presidencia y la conducción. El acuerdo táctico con Eduardo Duhalde implicó un reparto territorial. Para el lomense la Provincia, para el riojano, el mundo globalizado que lo recibió con honores. El mejor alumno del Consenso de Washigton hacía los deberes que otros no se animaron.

Duhalde, más de 20 años después, sigue sosteniendo que él frenó el avance de la re-re. Menem creía entender que la Reforma Constitucional de 1994, producto del Pacto de Olivos con Alfonsín, lo habilitaba a tomar el mandato que comenzó en 1995 como su primero, de los mandatos de 4 años, tal como mandaba la nueva Carta Magna. Duhalde , con la amenaza de un plebiscito, frenó el intento, pero en 1999 Menem le puso la banda presidencial a Fernando De la Rúa.

Duhalde supo esperar y, estallido de la crisis de 2001 mediante, tras la semana frenética de presidentes temporales (Ramón Puerta, Adolfo Rodríguez Saá, Eduardo Camaño), asumió en el día 1 del año 2002.

La interna con Menem se resolvía a destiempo, pero le alcanzaría a Duhalde para llegar a la Rosada y en el Plan Canje de la historia, a Menem le quedaría el lugar algunos años después, de senador vitalicio, hasta su fallecimiento a los 90 años, ocupando eventualmente su banca por La Rioja.

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Desde el Sur

La represión del 26 de junio de 2002 en Avellaneda, con los asesinatos de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, aceleraron el cronograma electoral y tras probar con De la Sota, que «no movía el amperímetro de las encuestas», y con Carlos Reutemann, que salió un día de la Casa de Gobierno diciendo que había visto «algo que no le gustó», a Duhalde la oportunidad de bendecir un nuevo presidente le vino de la mano de Néstor Kirchner, el entonces gobernador de Santa Cruz.
Era tal la potencia de la idea de un Kirchner puesto por el entonces presidente temporario, que se hablaba del santacruceño como el «Chirolita de Duhalde». El gabinete de Néstor, en principio se formó, con la mitad de los ministros de Duhalde.

Hasta que en 2005, Kirchner decidió que él podía conjugar presidencia y conducción. En la vida en general y en el peronismo en particular, señalamos al comienzo de estas líneas, para ganar hay que pelearse.

Por eso, Cristina fue a la Provincia a ganarle la senaduría a Chiche Duhalde y a partir de ahí, el destino de la pareja de Lomas de Zamora fue la reaparición esporádica en medios como comentaristas de la realidad y el intento presidencial de Duhalde junto a Mario Das Neves en 2011, cuando sacaron el 12% de los votos frente al 54% de Cristina-Amado Boudou.

El acto electoral de 2015 queda en el terreno de lo contrafáctico, porque son apenas elucubraciones de ciencia ficción saber qué hubiera pasado con Daniel Scioli de presidente y Carlos Zannini de vice. Pero la fórmula perdió en el ballotage frente a Mauricio Macri y Gabriela Michetti y la figura de Cristina, en el llano, se agigantó.

En 2018, ya con la actual vice como senadora, la coincidencia en el panperonismo y en las fuerzas del centro a la izquierda que acompañarían el futuro Frente de Todos, era que «con Cristina sola no alcanza, pero sin ella no se puede».

El experimento de 2019, inédito en el mundo, instaló la novedad argentina de la conducción de un proceso histórico en manos de una vicepresidenta. En un país presidencialista, eso de por sí es una anomalía, que bien usada hubiera tenido una potencia también inédita.

Pero, de nuevo los contrafácticos: la herencia de la gestión macrista y el peso de una deuda externa asfixiante, la pandemia y recientemente los cambios a nivel mundial que desencadenan en el terreno de la economía la guerra en Europa, son factores insoslayables para entender este presente.

Resumen y adelanto del próximo capítulo

Como en las series de las plataformas audiovisuales, un punteo de los resultados con sus escenas más significativas y un adelanto de lo que se viene.

-Perón frente a la juventud maravillosa: empate.
-Menem-Cafiero: Menem.
-Menem-Duhalde: primer partido, empate.
-Menem-Duhalde: revancha para Duhalde.
-Kirchner-Duhalde: Kirchner

Alberto y Cristina podría ser el próximo cruce, pero al cierre de este repaso, a 30 meses de la asunción de la actual fórmula de gobierno, Alberto no supo, no quiso o no pudo, intentar concentrar en serio la presidencia y la conducción. Alberto siempre supo que era un presidente de transición. Lo que nadie, serio y honesto intelectualmente (lo que no abunda en plaza), es hacia donde lleva esa transición.

Con relación a los movimientos sociales lo que está en juego, en el fondo y más allá de la cuestión del manejo de los planes, importante pero no central, es la representación política de un nuevo sujeto al que el peronismo tradicional no termina de explicar ni contener. Son 25 años de una tensión entre movimientos y política, que de acuerdo a la época se resolvieron con diálogo, con represión, con idas y vueltas de todo tipo.

El partido está abierto. El conflicto siempre es el mismo, pero cambiaron ciertas metodologías y algunas reglas del juego. Nada más. Ni nada menos.

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